5 de junio de 2009

Los budas del jardín

Salen al barro de los caminos
cuando no queda nadie pisando la tierra,
lentos y filosóficos,
a salvo de los depredadores bajo sus corazas,
se parecen a lo que yo querría ser como hombre.
Sacan sus cuernos a la luz de la luna menguante
y estiran sus cuerpos de espuma
siempre melancólicos.
Cada noche salgo a contemplar los caracoles
que caminan los senderos mojados por la lluvia,
me paro junto a ellos,
con cuidado siempre de no pisarlos,
y trato de aprehender su noción del tiempo
y de no alterar sus imperturbables ritmos cotidianos.
Los caracoles son los budas sabios de mi jardín
y en ellos me miro cuando estoy triste,
cuando no puedo dormir,
o cuando los días avanzan en un torbellino de ansiedades
-ridícula sensación de malgastar la existencia-
que apenas deja tiempo para pensar en uno mismo.

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