14 de febrero de 2010

El Mangas


El olor del césped le recordaba siempre a la arena húmeda de la playa. Todo aquel rumor del público en el Bernabéu o en el Insular también se asemejaba al mar que escuchaba de niño en el final de todos sus horizontes. El mar y el fútbol fueron un único sueño. Ganó casi todo lo que puede soñar un futbolista o un entrenador, pero sobre todo triunfó siendo feliz y haciendo lo que siempre quiso hacer. El Marino, la Unión Deportiva Las Palmas o el Real Madrid están unidos a sus gestas y a su sentido de la vida y de la felicidad. Le conocían como el Mangas cuando corría la banda agarrándose los puños de la camiseta antes de cada escorzo imposible. En Canarias el fútbol se entiende como parte del propio carácter isleño. Prima la técnica, pero también la nobleza y el esfuerzo de todos los mestizajes que nos cruzan. Han sido muchos los elegidos para formar parte de la memoria futbolística de los canarios. Si pusiéramos todos los nombres no nos daría con este espacio. Él se sentía orgulloso y satisfecho por haber sido uno de ellos. Como jugador y como entrenador triunfó en muchísimos estadios. Luego, cuando recordaba, confundía aquel griterío de los goles y de las exaltaciones colectivas con el sonido del océano. No supo explicar por qué consideraba el fútbol algo tan grandioso y tan épico. Tampoco supo explicar el mar. Las grandes pasiones se viven y se gozan intensamente. El balón se movía de la pierna derecha a la izquierda mientras corría como un galgo por la banda. Un par de defensas le seguía siempre los pasos: él dibujaba un recorte, luego un amago y al final remataba la jugada con un regate improvisado y casi imposible. Todo eso pasaba por su mente como si fuera un sueño. El balón golpeaba en la red y él corría eufórico como si visitara por vez primera este mundo. Fueron muchas las veces que vivió ese momento. Fue un hombre afortunado.

Luis Molowny Arbelo (12 de mayo de 1925, Santa Cruz de Tenerife; 12 de febrero, Las Palmas de Gran Canaria)

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