4 de marzo de 2011

Caligrafía de los sueños


Se echaba de menos a Juan Marsé. Siempre se echa de menos lo que despabila nuestra memoria y nuestras emociones. La última novela del escritor catalán ya marca sus propios territorios desde el título: Caligrafía de los sueños; que vendría a ser la letra con la que se escribe aquello que anhelamos o que sencillamente necesitamos leer para no extraviarnos definitivamente en la vorágine de un mundo que deja poco espacio para el placer de las pequeñas cosas. Vuelve Marsé a los escenarios que ya recorrimos en muchas de sus novelas anteriores, y además regresa trayéndonos aquella Barcelona más cercana y reconocible de cines con nombres evocadores y con calles que ya no se parecen a las que transitara Ringo, que viene a ser una especie de alter ego del niño Marsé a mediados del siglo XX. En la novela nos acercamos, hasta casi ser capaces de formar parte del paisanaje que la protagoniza, al blanco y negro de unos años que precisaban del poder de la imaginación y de las aventis para no perderse definitivamente por el escotillón de la derrota y el olvido. Desde lo cotidiano y lo sencillo, la novela nos acerca a los anhelos, a las decepciones y a los miedos de quienes habitaban un escenario tan real como la vida misma o como la literatura, tanto monta. Cuando se escribe siempre se termina habitando la ficción. Da lo mismo que uno quiera contar sus propias memorias. El recuerdo y lo que éste nos deja escribir en el papel no tiene nada que ver con lo que fue real. Eso lo sabe Marsé: lo que vivió lo transforma en una historia inventada que vamos haciendo nuestra a medida que pasan las páginas. Y además ese placer es siempre cercano, bien arropado de cotidianeidad y de ternura, y sobre todo creíble, tan creíble como las grandes historias literarias que forman parte de nuestra propia vida.


Caligrafía de los sueños
Juan Marsé
Lumen. 425 páginas. 22,90 euros

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