23 de mayo de 2011

Inéditos

No todo lo que llega es lo que realmente vale la pena. En el camino quedan muchos sueños rotos, historias que no fueron a ninguna parte, amores que no coincidieron, sucesos que jamás saldrán en los periódicos, crímenes perfectos que pasaron por muertes naturales, inocentes que cargaron con penas que no les correspondían, poderosos que robaron lo que les vino en gana, estudiantes que se quedaron en el camino por un nefasto profesor de matemáticas, accidentes que podrían haberse evitado, cantantes que perdieron la voz antes de llegar a ninguna parte, escritores que se extraviaron lastimosamente en sus propias palabras, amigos muertos a los que nunca les dijimos cuánto les admirábamos, buena gente, gente de la que mejor no hablar, todos tratando de vivir los días sin saber que su historia se estaba quedando en el camino, ignorantes de su propio destino, soñando siempre con un mañana que si no lo vivimos cuenta tanto como el paleolítico. De nada sirve el futuro si no estamos nosotros para protagonizarlo. Todos esos que hablan de posteridad se quedan viviendo a medias, confiando en un mañana que nunca llega, y que cuando llega ya vuelve a ser el mismo presente de todos los días.

En medio de ese azaroso camino en el que se cruzan los sueños y los días, quedaron esculturas destrozadas que no han llegado a ver nuestros ojos, pinturas que alguien rasgó en un ataque de ira y frustración, palacios y catedrales arrasadas por incendios, imágenes grabadas que se perdieron incomprensiblemente, fotografías que nunca más aparecieron, y queda también nuestra memoria extraviada en una playa o en una noche estrellada en la que descubrimos por vez primera nuestra pequeñez en el universo. También permanecen esos momentos sublimes que cada cual guarda para sí y que tanto nos salvan de los días tristes y de las suertes esquivas. Ahora mismo hay miles de novelas esperando en cajones, o aguardando en los almacenes de las editoriales, o cruzando océanos en aviones o barcos, metidas en sobres certificados camino de premios o de una oportunidad de publicación; y hay pinturas y fotografías que buscan galerías de arte donde ser expuestas, y existen guiones que no dan con un director y un productor que los conviertan en películas. No todo lo que vemos o leemos es lo que se crea. Casi todo queda inédito. A veces lo salva la suerte y ese libro, ese cuadro o esa escultura llegan cuando su creador ya hace mucho que está criando malvas; pero otras veces desaparece con el propio autor, o acaba dando tumbos hasta llegar a un vertedero. Son muchas las Giocondas, las Novenas Sinfonías o las Anas Kareninas que no han llegado a ninguna parte y de las que nunca tendremos noticia en medio de ese azar que también termina escribiendo la historia del arte.

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