8 de julio de 2013

El horizonte

Siempre hay una salida hacia el océano,
una puerta que desborda de infinito
más allá del humo y el ruido de los coches.
Al final de cada calle de Lisboa o de Las Palmas
se reconoce el azul de todas las batallas perdidas,
las derrotas del hombre ante la inmensidad del tiempo,
el mar que inevitablemente va conformando nuestra propia orilla.

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