Una vieja agenda de papel es una caja negra del pasado,
te aparecen números de teléfonos que ya no existen,
muchos nombres de personas que ni siquiera recuerdas,
y toda clase de notas sin sentido y sin anclajes que te orienten.
Parece como si te asomaras a los fósiles de tu propio olvido
alfabéticamente organizados entre tachaduras y redundancias.
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