Nadie llega a ser diáfano. Ni siquiera tú, amada, eres diáfana. Puestos a vivir somos inevitablemente sombríos. Pero respiramos. Necesitamos el oxígeno, ese mendaz veneno mezclado de azar y de intemperie.
1 comentario:
Bi
dijo...
Sí, tus palabras son diáfanas y también los sonidos que nos acompañan cuando estamos en silencio. Y el corazón es diáfano, aunque se avergüence, aunque lo disimule, aunque muera aplastado y terriblemente torpe.
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Sí, tus palabras son diáfanas y también los sonidos que nos acompañan cuando estamos en silencio. Y el corazón es diáfano, aunque se avergüence, aunque lo disimule, aunque muera aplastado y terriblemente torpe.
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