20 de mayo de 2011

La vida y el paisaje

La vida suele ser muchas veces un trasunto del paisaje. El paisaje, a su vez, suele ser una consecuencia del clima que le ha tocado en suerte. Y la suerte es la que al final acaba salvando a la vida y al paisaje del olvido. También las palabras. Víctor Álamo de la Rosa cuenta en El año de la seca un paisaje y una vida que poco a poco se convierten en otros paisajes cada vez más lejanos y en otras vidas reconocibles por lo mucho que se parecen a las nuestras en su cortedad y en su inevitable desenlace final. La Isla Menor que tantas veces hemos recorrido en la obra de Álamo de la Rosa vuelve a seducirnos desde la serenidad que espera cualquier acontecimiento para desatar las pasiones y reinventar el cielo o el infierno en lo más cercano, en cada uno de esos lugares por los que casi siempre pasamos de largo sin atisbar las muchas historias que están aconteciendo.

La sequía, “sequedad como un acorde monocorde extendiendo su monotonía de siglos por la faz de la isla. Aridez de púa de cardón y dolor de lava enrevesada, de piedras astillándose en la noche que tampoco se hace agua sino espinas”. Todos tratan de escapar como pueden de una sed que se confunde con la opresión y con la falta de futuro, con el sopor cotidiano, con esos días de siroco en los que la existencia sólo parece el sueño de otro. El escritor juega prodigiosamente con el lenguaje, con construcciones gramaticales que se encadenan rítmicamente, navegando en mares calmos unas veces, llegando casi a la zozobra en otras, como las falúas que recorren la costa cercana cuando aún no ha amanecido o como los barcos apañados que se acaban llamando Saturnino o Nuevo Adán y que cruzan el océano para escapar de la seca y de los destinos funestos. Luego llegan los naufragios, pero de eso sólo pueden dar fe quienes navegan. Todo fluye en esta novela coral en la que se entrecruzan decenas de historias protagonizadas por nombres que habría que escribir cientos de veces para que no cayeran en ningún olvido: Isidel, Aquilino, Hilario, Efigenia, Herminio, Longino, Gelasio, Obdulio o Apolo, el troglodita pornógrafo que se instrospeccionaba y que acaba pervirtiendo los deseos por los que camina la novela. Y como en otros libros de Víctor Álamo de la Rosa también están esos precipicios por los que caen animales y ante los que los canarios siempre nos terminamos asomando a nuestros propios abismos. Uno agradece esta magnífica reedición de una novela sugerente y prodigiosamente escrita en la que se entrecruzan lo atávico y lo moderno, los deseos de los más aventureros y los fracasos mimetizados en el luto y en la monotonía de quienes terminan traicionando a sus propias ilusiones.


La novela El año de la seca se presenta hoy viernes, a las 19:30 horas, en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Las Palmas de Gran Canaria

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