18 de noviembre de 2011

La plaga


Hay gente que se queda colgada en la actualidad y que hace lo que sea por seguir teniendo protagonismo en los medios. Resulta patético ver a tanta suripanta y a tanto cantamañanas inventando romances o chismorreos para no perder comba en el circo mediático. Han aprendido a vivir en la mirada de los otros, y ni siquiera se reconocen ya en sus propios espejos: hace tiempo que la única imagen reflejada que admiten es la que aparece en la pantalla o en la página del papel satinado. Yo me los tropiezo a todas horas haciendo zapping. Para mí se han convertido en imágenes mil veces repetidas que aparecen y desaparecen cuando paso los canales buscando algo potable.

Antes había pocos canales y los famosos tenían que ser famosos o contar con algún mérito para salir del bendito anonimato, pero ahora hay tantos canales y tantas horas de emisión que tienen que ir improvisando famosos sobre la marcha para que no se les queden en blanco las pantallas. Pero aun así siguen sobrando caretos supuestamente populares. Te das cuenta que van bajando de categoría, que empiezan en una cadena nacional de mucha audiencia, y que luego salen en canales de poca monta o en programas locales de bajos vuelos hasta que desaparecen. Sólo pueden volver contando alguna barbaridad casi increíble o si lo han perdido todo con el alcohol, las drogas o el juego. Ese circo no hace otra cosa que sacar fieras a escena para que se devoren entre ellas. Siempre aparecerá una nueva rubia de bote, un lenguaraz sin escrúpulos que supere al anterior o un nuevo zángano dispuesto a encerrarse donde sea con tal de no dar un palo al agua. Son grotescos, ya lo sé, pero hemos dejado que se expandan como las plagas que arrasan con todo lo que otros tratan de cultivar con esfuerzo y trabajo diario.

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