3 de noviembre de 2013

El hombre rana

Nunca me miró bien. Siempre se escondía detrás de las piernas de su madre desde que me veía aparecer. Yo quería ser su tío más simpático, pero ni siquiera conseguía que me mirara a los ojos. Hasta que no tuvo ocho años casi no pude hablar con ella. Fue la primera vez que me vio en la playa. Hasta ese momento ella pensaba que yo tenía ancas y que me la acabaría tragando como había visto que los sapos se tragaban a las moscas en los documentales. Su madre le había dicho a los tres años que yo era un hombre rana.

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