23 de enero de 2014

La bicicleta roja

Se levantó de la cama y se dirigió al baño a lavarse la cara. No esperaba nada nuevo de la vida. Otro día más; otro día menos. Vivía como un autómata cumpliendo compromisos y horarios, riendo de vez en cuando, sufriendo a veces, y dejándose llevar casi siempre. Esa mañana, cuando encendió la luz del salón, se encontró la Orbea roja que le habían dejado los Reyes cuando tenía nueve años. Estaba igual de rutilante en medio de los sillones. Su mujer y sus hijos todavía dormían. Abrió la puerta de la calle, se subió en la bici y fue tocando el timbre mientras pedaleaba todo lo rápido que se puede pedalear en un sueño cuando uno desea con todas sus fuerzas no volver a despertarse.

No hay comentarios: